miércoles, 21 de marzo de 2018

La chamán del rock con el poeta vidente: dos poemas de Patti Smith

Selección, traducción y presentación de Agustín Abreu Cornelio

Tal vez la imagen que muchos guardemos de Patti Smith (Chicago, 1946) sea la ceremonia del Premio Nobel que se entregaba, entre otros, a Bob Dylan: una Patti Smith incapaz de cantar las palabras de “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, pero encarnándolas, trasladando las emociones de la letra a sus propias acciones frente al rey sueco: “estaré de pie en el océano hasta que comience a hundirme / pero sabré muy bien mi canción antes de comenzar a cantarla”. Smith, como Dylan, es un referente de la porosidad de los límites entre poesía y canción: fue exaltada al Salón de la Fama del Rock & Roll y ganadora del Premio Pullitzer, incluso algunos la llaman “la poeta laureada del punk”. Pero Smith y su obra no sólo conectan distintos espacios de expresión: la sensibilidad y capacidad de proyección de Smith hicieron que William Burroughs la describiera como una chamán, “alguien en contacto con otros niveles de realidad”. No es de extrañar en sus escritos, entonces, la cercanía con los espacios oníricos o incluso intuir el uso de los “relatos de sueños” que propusiera André Breton en su primer Manifiesto Surrealista. No es de extrañar, entonces, su afecto por el “poeta vidente”, Arthur Rimbaud, quien es la figura central de los dos poemas (escritos entre 1974 y 1976) que presentamos a continuación, en los que apreciamos también el desarreglo de los sentidos, de los órdenes y de nuestra tradición cultural. En un artículo de diciembre de 2016, reflexionando sobre su “fracaso” en la entrega del Nobel, Smith exponía sus dos grandes influencias: “aunque no viví en el tiempo de Rimbaud, existí en el tiempo de Bob Dylan”.


“rimbaud muerto”

tiene treinta y siete. le cortaron la pierna. la sífilis supura. una crema de virus. un misterioso misil sobre la culata de un m-5. la víctima sufre un alma-causto. su cara estúpida y su maravillosa lengua inútil, distendida.
rimbaud. no más el amoroso joven jinete del altiplano abisinio. esa pasión queda petrificada para siempre.
su ligero miembro de madera apoyado contra la pared como un paciente soldado esperando órdenes. el amo, amputado ahora, yace y sólo yace. sorbiendo té de amapola por un popote —un sifón de opio—. una vez, lleno de maravillas, se levantó en busca ferviente de alguna aparición —algún rostro—. quizá harrar[1] un mar pesado o el querido djani abandonado en la chamuscada arena-adén.[2] rimbaud se levantó y cayó con un golpe seco. Su largo cuerpo desnudo sobre la alfombra. condenado a yacer ahí al amparo de dos mujeres apestosas a piedad. rimbaud. él que sólo veneró el control ahora gimotea y caga como un bebé con cólico.
ahora listo ahora caso perdido retozando entre cascarilla de arroz. ahora lengua poderosa ahora tonto sin poder embriagarse otra vez. se ahorra la hora del té cuando sorbe el líquido. resollando engaña al flujo sanguíneo. la conciencia lo abandona. él se ilumina se hinca escala montañas compite. ahora viajero ahora voyeur. lo percibe todo. muy sincero rema surreal. su miembro artificial levanta el espacio y lo presiona. miembro en un vacío.
¿nos llama rimbaud?
¿no está contemplando?
hay un hoyo en la pared. la huella digital de duchamp fija una fracción de luz. gradualmente vemos la cosa entera. todo se abre se desdobla como un breugal.[3] es un día festivo…
es un festín de bodas…
están asando cerdos y manzanas. el olor se eleva. es domingo es manet es picnic sobre el césped. es un momento seurat un momento de luz un momento correcto para el romance para el canotaje y para el baile.
y el miembro de rimbaud, estando sincronizado, se une al be-bop, tañe la puerta hacia el bosque a través de los árboles —raga ragtime en la hierba volcando las canastas del picnic. pasar zumbando las puertas del camposanto con una genuflexión en cada paso entonces apunta y salta sobre la escena sobre el arcoíris fuera del lienzo al espacio puro espacio— tan lejano y mustio como el querido rostro de rimbaud. un rostro vuelto incorpóreo pleno de gracia. ojos hundidos —aquellos tesoros de cobalto cerrados para siempre—.
puño apretado muñeca relajada
su pipa vencida…
afuera en el jardín los niños se reúnen.
no es un capricho. son precisamente inmaculados
tan crueles como él.
ellos cantan:
no se sacuden las piernas
ni puede coger la verga
ya no se enseñan los dientes
ni gatea ya el bebé
rimbaud rimbaud frente a la pared
frío como hielo muerto más que muerto

¡lágrimas súbitas!

Portada del libro donde fueron publicados ambos poemas sobre Rimbaud.


“sueño de rimbaud”

Soy una viuda. pudo se charleville[4] o cualquier otro lado. movimiento detrás de la cuchilla. los campos. el joven Arthur se agazapa cerca de la casa (¿roche[5]?) la bomba el pozo artesiano. lanza vidrio verde alias cristal roto. me da en el ojo.
Estoy en el segundo piso. en la habitación curo mis heridas. él entra. se apoya en el poste de la cama. sus mejillas sonrosadas. aire despectivo manos enormes. me resulta endiabladamente sensual. cómo pudo suceder esto pregunta por casualidad. demasiado casualmente. me quito la venda. revelo mi ojo un desastre sangriento; un sueño de poe. él ahoga un grito.
Lo suelto rápido e irrevocable. alguien lo hizo. tú lo hiciste. él cae postrado. solloza. abraza mis rodillas. lo tomo del cabello. tan sólo quema mis dedos. grueso fuego de zorro. suave pelo rubio. aunque con un matiz rojo inconfundible. rubedo.[6] rojo deslumbrante. cabello del Uno.
Oh jesús lo deseo. asqueroso hijo de puta. lame mi mano. yo sobria. vete pronto tu madre espera. se levanta. pero no sin mirar desde sus fríos ojos azules que destrozan. quien duda es mío. estamos en la cama. llevo un cuchillo a su lisa garganta. lo dejo caer. nos abrazamos. devoro su cuero cabelludo. grasa de piojos como pulgares infantiles. piojos el caviar del cráneo.
Oh arthur arthur. estamos en abisinia adén. hacer el amor fumar cigarros. besarnos. pero es mucho más. azur. estanque azul. lago encerado. telescopio de sensaciones, animado. golfo cristalino. bolas de cristal de colores explotando. costura de tienda bereber desgarrándose. apertura, abierto como una cueva, aún más ancho. total rendición.



[1] Ciudad etíope.
[2] Adén fue una colonia británica, de 1937 a 1963, en territorio del actual Yemén.
[3] Tal vez sea una transcripción fonética de Bruegel.
[4] Pueblo en el que Arthur Rimbaud nació.
[5] Ubicación de la granja familiar en cuyo entorno Rimbaud siempre encontró reposo.
[6] Color rojizo de gran estima para los alquimistas que lo vinculaban con el éxito de la transmutación de los metales y con la piedra filosofal.

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